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Mostrando entradas de noviembre, 2010

¡Griten, multitudes!

Imaginemos una calle en la que transitan gentes presurosas. Es la peatonal del Centro Histórico de San Salvador. Por cada gente que camina ─imaginemos─ sale un hilito de la cabeza que se eleva hasta el más allá, más acá, donde usted quiera. Fíjese bien, los hilos se entrelazan mientras la gente sigue caminando, corriendo. Cada hilachada se tropieza con otra y otra que halla a su paso: forman una red. Ahora saquemos una lupa, acerquémonos. Esa red está alimentada por palabras, suspiros, imágenes, canciones, recuerdos, gritos, silencios. No, no nos distraigamos: ¿acaso no es fantástica toda esa amalgama? Las redes sujetan, atrapan, contienen. Nos sujetan a los otros. Los tejidos serán más o menos densos, más largos, con más entramado, con sus trucos, con pasajes secretos, quizá otros sean oscuros y otros más luminosos. Entrelazados todos. Somos eso, una incontenible red de sentido. Caótico. Brutal. Hay multitud de interpretaciones como intérpretes tiene el mundo, dijo Charles Peirce

Para amar en Latinoamérica

La gran desventaja (o maldición) de que una como mujer quiera tener un novio, amante, marido, esposo e incluso amigo en Latinoamérica es precisamente eso, que también sea latinoamericano. El otro día tuve una discusión extraña con un familiar (demasiado) cercano. Hablábamos de que a un primo por fin lo habían contratado, que tendría mejores prestaciones y blablablá. Le pagarán a la semana y eso es bueno porque tiene una nena, me dice el Fulano. Yo contesté que como ahora estaban mejor económicamente lo mejor era que se proyectaran y se fueran (Ella, el primo y la nena) a vivir solos, que la tal tía los sobreprotegía demasiado. Todos los que estaban ahí corearon con un "Sí, que vivan solos". Pero como no me quedé callada, luego añadí que ahora Ella podía hacer el esfuerzo de retomar sus estudios o hacer un turno de enfermería por la mañana. Porque Ella me dijo una vez que no quería dejar lo de la enfermería. El coro se quedó callado. Y luego gritaron: -¡Cómo es posible q

Abrazos biónicos

Así como vamos, quizá sería conveniente que tomemos ideas de Los Jetson (Los Supersónicos), la casa del futuro que hizo la Warner Bros allá por los sesenta (con sus robotitos y todo) y que de verdad hagamos realidad lo que inventó Leonard en The Big Bang Theory (pobre de su papá): que se multipliquen las máquinas de abrazos porque nosotros (los conectados) poco tiempo tenemos para eso. (¡Huy!, eso me recuerda al cuento de Asimov: el hombre bicentenario y claro, la película con Robin Williams, a Wall-e, y también Cortocircuito 1 y 2.) Quédense con Björk: All is full of love

Vidas espectaculares

En la tele vi que en el Viejo Oeste ─sí, el de 1800 con caballos, vaqueros y forajidos─ que entre sus aparatos tecnológicos había un camarín* especial, muy parecido a un cajón, en el que desde una mirilla se podía observar algo así como una película. Lo colocaban en las cantinas y se pagaba por ver el espectáculo. El documental de D. Channel asegura que los vaqueros veían mujeres desnudas. Yo les creo. Voyeurismo nada más. Sano. Sano voyeurismo. Algo similar nos está pasando, pero quizá de una manera menos elegante. Menos de diva. Somos nosotros mismos los productores de las laminitas que están al final de la mirilla. Nadie nos pidió que estuviéramos ahí. Na-die (salvo los llamados casos raros). Fuimos nosotros los lanzados. ¿Nos sobreestimamos demasiado? ¿Nuestras vidas son tan espectaculares que deben ser observadas, estudiadas?  ¿Es acaso menester publicar a los cuatro vientos cuál es nuestro estado actual? ¿Cuál es nuestro público? ¿Tenemos público? ¿Acaso ameritamos a que