Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2011

Diario de viajes rurales (1)

Hacía un par de semanas que había terminado un proyecto donde fui a sustituir a otra persona. Como verán, hallé el sitio con una dinámica ya iniciada. Conquistar a los colonos de esa clase no fue fácil, pero al final todo fue mejorando de a poco. Así que cuando me dijeron que si podía ir a otro sitio a impartir un curso básico de medios de comunicación, al otro lado del país, pues dije que sí. La ventaja que teníamos en aquel entonces era que nos llevaba el transporte de una entidad nacional, así que todo bien. Nos presentábamos en las oficinas a cierta hora de la madrugada y ya nos íbamos. Pero justo el día que iniciaba el proyecto una pereza descomunal y la tacañería se apoderaron de mí. Fue así como decidí llamar al motorista para preguntarle que si podía recogerme a medio camino. Me preocupé de preguntarle a don Carlos, porque así se llamaba el conductor, que en qué sitio podía parar y a qué hora. Hizo cálculos y me dijo que a las seis y quince de la mañana estuviera lista. Cua

Quiero ser políticamente correcta

Quiero ser políticamente correcta para jamás quejarme de las desventuras que este oficio me ha traído. No diré jamás que es una alegría tremenda dejar de ver rostros pasmosos, en blanco, berreadores de palabras vacías. Jamás les diré mi descubrimiento: al ser humano le gusta ser premiado sin tanto esfuerzo, o: al ser humano le gusta ser premiado sin ningún esfuerzo. Pero no, no, no, dirá otra persona, es que no están acostumbrados y yo, por mi parte, no diré que están acomodados. Lástima que el conocimiento y las habilidades no vienen en pastillas, porque si fuera así ¿tendríamos adictos? Yo creo que no, porque eso implicaría trabajar y ya lo dijimos: aquí, ustedes bien lo saben, a nadie le gusta sudar. Seré políticamente correcta y no diré que la holgazanería es una plaga. Amén.

La virtud de quejarse

La otra noche aceptamos con triunfo (mi cómplice y yo) que somos unos quejistas. Pero permítame aclarar el asunto, estimado lector, porque como ya he dicho: interpretaciones hay en el mundo como intérpretes tiene este. Así que mejor no nos confundamos. Cuando hablo de queja no me refiero a ese chillido infantil, ni a esa usual jerigonza de pubertad, mucho menos a llantos femeninos o a golpes (estúpidos) masculinos. No, nada de eso. Lo nuestro va más allá del simple hecho de exponer un dolor o algún resentimiento, como mal dice la RAE. Quizá el significado que más nos guste es el de mostrar abiertamente nuestra disconformidad contra algo (y a veces contra alguien). Quejas de agenda: vamos en la calle y nos quejamos de que en la capital están arreglando los parques y los están dejando peor de lo que estaban (ahí va nuestro dinero desperdiciado, hecho: no votaremos por ese infeliz). Mes cívico: ¡qué manía de recordar todas esas costumbres campechanas que a esta gente jamás le gustó te